¿PORQUÉ SOMOS LLAMADOS EVANGELISTAS?

Hace unos días participaba de una celebración de comunidad de vecinos, de aquellas celebraciones que se realizan con motivo “de”, para celebrar la fiesta “de”, o porque es menester conservar la tradición de nuestros antepasados. Entre las diferentes conversaciones atiné en el comentario que uno de los presentes comentaba: “sí, aquellos que se reúnen cada semana… , me parece que hablan de Dios, creo que son evangelistas”.



Mientras se diga que “aquél que habla de Dios” es porque es “evangelista”, no es nada malo; lo que no está bien es cuando se añade un adjetivo “descalificativo” como: “me parece que son una secta”. Cuando alguien no sabe quién eres, o si quieres saber porqué te llaman de esta manera o de otra, es posiblemente, porque no te hayas preocupado en darte a conocer, y esto pasa ya no solamente en el mundo religioso, sino también en el círculo de gente en la que te sueles mover, sean por cuestiones profesionales, de trabajo o de ámbito social.

Por lo tanto, ¿Porqué somos llamados evangelistas?, porque predicamos los evangelios?, porque en nuestras reuniones hablamos de Dios?, o simplemente, porque es el alias que encaja con los cristianos del pasado y del presente. La traducción literal de la palabra evangelista la encontramos en la “Persona que realiza el acto de evangelización de Jesús, cuyo deber es la de difundir el cristianismo,…”. Con esta definición resumida damos por hecho que no somos una secta, cosa que nos debería dejar más tranquilos ante aquellos que piensan lo contrario.

Ahora bien, ¿cómo descubrimos esa problemática definida como la falta de información que los evangelistas deberían ser capaces de ofrecer? Aquí es donde se presenta la controversia del cómo, cuándo y dónde podemos ofrecer este tipo de información. El Dr. Rubén Gil, en su obra “Hacia una predicación comunicativa”, 1995, realiza un análisis dentro de un período histórico donde plantea la figura de “Los Evangelistas”, y cito textualmente:

“Es evidente que el ministerio del Evangelista, que de alguna manera, es prioritario al del pastor, ha ido decayendo con el tiempo, de tal forma que apenas existen hoy. Los cristianos se han apoltronado en las Iglesias a la espera que las almas acudan a ellas en vez de salir a su encuentro. Aunque nos pese reconocerlo, la Iglesia como edificio de culto ha perdido su atractivo. Hoy día las ciudades y aún ciertos pueblos tienen edificios mucho más atrayentes que lo que denominamos como Iglesias.”

Me viene a la mente las imágenes de la película “Sister Act” (“Una monja de cuidado”, 1992), donde “una mujer de color y de mundo”, huyendo de su amante que la quiere muerta, encuentra refugio en un convento de monjas. El desesperante cambio de vida le obliga a realizar excursiones nocturnas, pero en su convivencia con las monjas consiguen sacar de ella lo mejor de sí, por sus conocimientos de música se convierte en la nueva directora del coro. “Dios te ha enviado aquí, aprovecha la indirecta”, le dice la madre superiora. La película termina en un concierto donde las monjas maravillan con sus voces en una Iglesia completamente abarrotada y con la presencia del “mismo Papa de Roma” (caracterizado, claro está por otro actor). Es increíble cómo una persona que no pertenece a la Iglesia, llega, ve el problema, busca la solución y resuelve la ausencia de creyentes, parece que sus métodos están más cerca de un evangelista que de una persona de mundo.

No sé si con esto consigo responder a la pregunta de “¿Porqué somos llamados evangelistas?”, cada uno saque sus propias conclusiones. Lo que sí tengo claro es que, como mínimo, deberíamos ser capaces de responder a la siguiente cuestión ¿por qué  nos hacemos  evangélicos o seguidores de Cristo? Jesús encargó a sus discípulos, “id y predicar el evangelio a toda criatura”. Los que necesitan a Cristo están allí fuera, fuera de nuestras Iglesias, en la calle, en nuestro trabajo, en cualquier lugar donde nos encontremos, y además deberíamos saber que no sólo predicamos con palabras, sino también con nuestros actos. Por lo demás, da igual que nos llamen evangelistas, o que nos llamen cristianos, lo importante es saber cumplir con la labor que nos ha sido encomendada, la de “predicar el evangelio a toda criatura” y para ello necesitamos de lo indispensable, nuestra fe en Cristo y de un cambio en nuestras vidas, como la de volver a nacer de nuevo en Cristo Jesús.


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